Esta novela tiene como preámbulo la cita del canon 1.388 del Código Canónico, que sentencia lo excomunicación a quien viole el secreto de confesión. La trama, a lo largo de doce capítulos, narra la búsqueda que el protagonista encarga a un abogado sobre la verdadera personalidad e historia de un amigo canónigo. El letrado lo investiga desde el rol de su profesión y también como el de un detective que a veces adopta el aspecto de un trotamundos.
Cómo es costumbre del autor, en el argumento intervienen muchos personajes, a lo largo de cien años, por lo cual, para que el lector no se pierda, añade al final de la obra dos apéndices; uno es un breve diccionario biográfico que denomina “Dramatis personae” - como si se tratara de una obra de teatro- y otro con la cronología de algunos, que sitúa más o menos entre mediados de los siglos XIX y XX.
El relato tiene un ritmo incesante y no otorga ninguna tregua. El lenguaje es preciso y es una novela que cumple la misión de distraer al lector.