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Joan Rodés: un médico irrepetible con una vida plena

(Artículo de Miquel Bruguera)


La muerte del Dr. Rodés, no por previsible y esperada, ha sido un golpe emocional para los que hemos convivido con él a lo largo de muchos años. Joan Rodés ha sido un médico irrepetible. Su productividad fue enorme, en paralelo a su dedicación al progreso de la medicina en España. 

Fue un hombre que acumuló puestos de responsabilidad, en los que fue siempre modélico y más cumplidor de lo que de él se esperaba. Catedrático de medicina, jefe de un servicio hospitalario, director médico del Hospital Clínico de Barcelona y luego su Director General.  Le quedó tiempo para ser asesor de los sucesivos ministros de sanidad desde 2001, presidente de todas las sociedades nacionales e internacionales dedicadas al estudio de las enfermedades del hígado, publicar trabajos y editar libros. 

Fue el creador de la especialidad de Hepatología en España y proyectó al mundo el trabajo de los médicos de su grupo de trabajo, la conocida Unidad de Hepatología del Clínico. Fomentó la investigación clínica y la básica, creando en el Hospital Clínico el Instituto de investigación básica Augusto Pi y Sunyer (IDIBAPS), dedicado a la investigación traslacional, en la que tenían acceso todos los médicos del Clínico interesados por la investigación, donde podían colaborar con científicos básicos. 

El servicio de Hepatología del Clínico que él dirigía con mano de hierro y guante de seda, ha sido siempre un centro de acogida de médicos clínicos y de investigadores de todos los países de Latinoamérica y de algunos países europeos, con objeto de aprender técnicas y formarse en la especialidad. 

El examen de su curriculum vitae muestra que era poseedor de numerosas distinciones y reconocimientos, que él ocultaba con discreción porque debido a su sencillez de carácter se sentía incómodo ante los honores.  

Hizo de médico clínico, visitando pacientes, hasta un par de años antes de morir, cuando la enfermedad pulmonar le había atrapado. Sus pacientes le querían porque era afectuoso y empático, y daba una gran confianza, en parte porque era un profesional conocido, pero particularmente porque sabía ponerse en la piel de sus pacientes y hablarles en un lenguaje comprensible para ellos.  

Joan Rodés ha tenido una vida plena. Su trabajo ha sido reconocido por sus pares y por las autoridades sanitarias.  Su obra persiste. Sus pacientes le querían. Sus alumnos y colaboradores le tenían afecto y confianza. Simplemente hubiéramos querido tenerle más tiempo con nosotros.