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El Col·legi de Metges de Barcelona (CMB) ha dirigido un informe a sus afiliados alertándoles de la extensión de las múltiples formas de malos tratos que sufren las personas mayores de 65 años, y recordándoles su obligación de detectar y actuar cuando tengan la sospecha de que el anciano al que están atendiendo ha sufrido algún tipo de agresión. Aunque aseguran que cinco de cada seis episodios de maltrato que sufre ese colectivo están silenciados, calculan que cada año se producen en Catalunya 10.560 nuevos casos.

El fenónemo, común a ancianos ricos o pobres e independiente de su formación cultural, ocurre tanto en el domicilio familiar como en instituciones, y presenta la cruel característica de que el principal agresor suele ser el encargado de cuidar al anciano. Muchas veces, se trata de un familiar o empleado que necesita económicamente a la persona a la que maltrata. Esa dependencia mutua propicia una amplia gama de métodos de abuso y garantiza el silencio o incluso el disimulo del agredido ante quien pudiera ayudarlo.

Abuelos y abuelas que crecieron en los tiempos en que alcanzar su edad era un hecho venerable relatan, cuando se deciden, que reciben bofetadas, empujones, patadas o gritos humillantes de forma habitual. El informe del CMB, incluido en su Quadern de bona praxi, explica que un número considerable de ancianos sufre violación sexual, sodomía o es utilizado en fotografías pornográficas.

El dolor emocional, descrito como una frecuente forma de abuso psicológico, consiste en humillar, intimidar, amenazar o tratar de forma infantil a ancianos con perfecto juicio. En otros casos, prosigue el CMB, el maltrato --en este caso, fraude-- es financiero y consiste en falsificar la firma del anciano para cobrar cheques, en malversar su patrimonio o en coaccionarlo para que suscriba documentos que lo dejarán sin poder económico.

"Todos esos actos tienen una repercusión importante en la salud del anciano agredido y con frecuencia disminuyen su supervivencia", asegura el informe, que ha coordinado el doctor Antoni Yuste, vicepresidente de la Societat Catalana de Geriatria. "Esos malos tratos pueden compararse a los que sufren los niños --añade--, pero los recursos legales y sociales para defender a los ancianos son menos universales, obligatorios y sofisticados que los que protegen a los menores".

Por esa razón, y por la reticencia general de los ancianos a denunciar su sufrimiento, el CMB apela a la "capacidad y sensibilidad" de los médicos para captar esos abusos y, por si les falta información, les describe un listado de signos y síntomas físicos o psíquicos que deberían despertar la sospecha de un maltrato.

"Aunque se supone que el médico está en la mejor situación social para detectar esas agresiones, en especial por la confianza que les tienen los abuelos, muchos doctores no son capaces de diagnosticar el problema porque su formación no incluyó ese tipo de situaciones --dice el documento--. Hay que tener en cuenta además que las relaciones humanas, y las familiares, son complejas".

ambién les recuerdan que cualquier acción judicial que se emprenda tendrá un proceso lento durante el cual agredido y agresor seguirán conviviendo.

La agilidad de los servicios de urgencias en el diagnóstico de estos ataques es fundamental, añade el CMB. "Esos equipos deben saber cómo informar a la fiscalía o al juzgado de los casos en que exista un riesgo vital", añaden. Para facilitar esas actuaciones, los médicos piden que se elaboren protocolos de actuación para los centros de asistencia primaria, los hospitales y las residencias de ancianos.

A este problema no se le está dando la importancia que exige su magnitud, sostiene el informe del Col.legi de Metges. "La mayoría de casos no afloran, nadie los conoce y no se actúa", afirma Roger Bruguera, abogado del CMB. "Tenemos la obligación profesional, ética y legal de no darles la espalda", dice el informe.