Santiago Tintore

Santiago Tintoré Ferrer

(1929-2022)

¿Por qué cuando un pájaro se va no deja huellas para buscarlo? Marc Tintoré Codina (1966-1986)

Màrius Petit Guinovart, de la Real Academia Europea de Doctores

El 15 de mayo Santiago Tintoré Ferrer -hombre bueno, médico, cardiólogo- nos dejó después de una larga enfermedad llevada con aceptación, serenidad, mucho silencio y plena conciencia de ser la definitiva.

Santiago nació en Barcelona, ??en 1929, hijo del médico Santiago Tintoré Grases y de Pilar Ferrer Cendra; estudió en el colegio de los Jesuitas de Caspe y se licenció como médico en la Universidad de Barcelona en 1952; se doctoró en la misma universidad en 1974 con Excelent cum laude. Cursó las especialidades de aparato circulatorio, cardiología, neumología, medicina del deporte y medicina del trabajo. Completó su formación en el Service de Cardiología del Hôpital Boucicaut de París con el Prof. Jean Lenégro; en el Hôpital Sant Pière, en Bru´sselles; al Service de Cardiología du Prof. André Jouve, Hôpital Jules-Cantini. Marsella; en el Carolinska Sjukhuset. Toraxclinic. Service of Prof. Clarence Craaford. Estocolmo; en la Mayo Clinic. Rochester. Minnesota. EEUU y en el Instituto de Cardiología de Montreal. Canadá.

Con más de setenta años de vida profesional exitosa ha mantenido una actividad asistencial, investigadora y docente en el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo, en la Universidad de Barcelona y en la Universidad Autónoma, así como en la consulta privada. Por su meticulosidad, dedicación, empatía y eficiencia ha sido muy querido por sus pacientes, algunos de los cuales han sido amigos fieles durante más de medio siglo.

El doctor Tintoré es académico de la Real Academia Europea de Doctores y Académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Barcelona. Fue mi padrino en mi ingreso en la Real Academia Europea de Doctores. El relato sucinto de lo más destacable de su personalidad ocuparía páginas y páginas; aquí quiero mencionar tan sólo unos pocos aspectos.

Los momentos más felices y los de más dolor de la vida los hizo en tándem armonioso con María María Carmen Codina, su esposa, madre de sus cuatro hijos: Eulalia, Iago, Marco y Ana.

Tuve el honor de ser fiduciario de la salud de su corazón en los últimos años, por lo que nos debíamos una estima mutua y tuvimos conversaciones largas sobre lo trascendente y sobre el inmanente.

Nunca hablamos de las ideas religiosas de cada uno. Conversar de las suyas no hacía falta alguna. En los días terribles de la prueba más grande que se puede sufrir, como fue la muerte trágica de su hijo Marc, Santiago nos dio el mayor testimonio de fe y esperanza que yo he visto nunca, aceptando gratuitamente la voluntad del Supremo .

El doctor Tintoré y yo nos conocimos, hace muchos años, porque venía al Centro Cardiovascular Sant Jordi como asistente a unas sesiones clínicas, públicas muy interesantes que entonces hacíamos el sábado por la mañana. Hace pocos meses, cuando ya estaba enfermo de forma irreversible, me pidió que le expliques por qué el "Sant Jordi" le había causado un fuerte, decía, "impacto positivo". Estaba escribiendo un capítulo de sus memorias, para dejarlas a sus hijos, sobre aquellas cosas que le habían impactado de forma positiva en el curso de la existencia, olvidando voluntariamente la memoria de las que a lo largo de la vida habían sido negativas. Esta voluntad de dejar constancia explícita de lo que él consideraba "bondad posible" y verter en un saco cerrado los desechos negativos, para sus herederos, me pareció una lección ejemplar. Debo decir que la siguiente Navidad le contesté lo que me había pedido, en forma de cuento encriptado por no hacerle fácil. Aun así lo descifró.

Hace pocas semanas me citó en su despacho de la calle Casp. Había buscado destino en todos sus libros; no quedó más que la desnudez de las baldas donde de siempre estaban los libros; era la forma de decir: "me voy". Si aquella imagen me hizo daño en el alma, ya podéis contar el desconsuelo por la desdicha de su ausencia.