Albert Jovell

Dr. Albert Jovell Fernández

(1962-2013)

El doctor Albert Jovell se ha ido. El científico y humanista. Astuto. Rápido. Claro. Moderno. Respetuoso. Austero. Generoso. Lúcido. Oportuno. Su habilidad para mirar las cosas desde otro punto de vista lo hacía innovador de una manera natural. Sabía ejercer sus capacidad de liderazgo desde la perspectiva de la generosidad. Hizo pública su enfermedad y, sobretodo, utilizó su enfermedad para ayudar a otros en su circunstancia. Lo había dicho muchas veces: la alianza entre los pacientes y los profesionales es la fuerza del cambio más importante del sistema sanitario. Albert Jovell personificó este cambio de paradigma.

Dr. Joan Escarrabill y Dr. Jordi Trelis

Albert Jovell se ha ido, y por más natural que pueda parecer, es un hecho que nos trasega, a partir de ahora nos queda en la memoria.

Los seres humanos no somos muy diferentes de cualquier ser vivo. Pero tenemos una capacidad singular: podemos compartir la memoria a través del lenguaje. Eso sí que nos diferencia. Y la memoria alarga el presente. A través de la memoria podemos hacer presente  a Albert ahora que ya no está. Y podemos hacer que su presencia se mantenga a lo largo del tiempo. No es lo mismo que estar presente. Está claro. Pero es la mejor alternativa a la nada.

Del pozo de la memoria podemos sacar polvo de experiencias enriquidoras. A lado de Albert siempre se aprendían cosas. El cinetífico y el humanista. Astuto. Rápido. Claro. Moderno. Respetuoso. Austero. Generoso. Lúcido. Oportuno.

Los que hemos tenido contacto con su vida profesional durante los últimos veinte años somos testimonios. Al volver Albert de Boston ya nos dimos cuenta que su estilo era diferente. Su habilidad para mirar las cosas desde otro punto de vista lo hacía innovador de una manera natural. Reservado, pero muy próximo a las personas que lo rodeaban. Con un punto de discreción que se fundía cuando empezaba a hablar. Con cuatro palabras tenía suficiente para aportar elementos decisivos. Sabía ejercer su capacidad de liderazgo desde la perspectiva de la generosidad. Son buenos testimonios las personas que trabajaban a su lado, las personas que han crecido profesionalmente y personalmente a su lado. Ha ejercido como nadie la figura de mentor, tan escasa en nuestro medio. Saber ponerse en tu lugar y ofrecerte su consejo sin imponerlo.

Siempre un paso por delante con nuevos retos, y en este contexto profesional trepidante y estimulante, la enfermedad. Sin ningún previo aviso. Como pasa tantas veces. Y la alegría del bebé esperado la rompe la noticia inesperada de la enfermedad. En aquellos momentos nos impresionó a todos la serenidad con que afrontó el problema y de qué manera asumió todo el proceso diagnóstico y el tratamiento inicial. Tenía clara las prioridades: primero la Maria Dolors y los niños. E inmediatamente después no abandonar nunca sus responsabilidades profesionales que lo afectabana él, pero sobretodo a la gente que trabajaba a su alrededor. Esta manera de hacer frente a la enfermedad, por ella misma, ya fue un ejemplo constante para todos los que lo vivimos. Y lo recordaremos siempre. Las malas noticias sucesivas, como una gota perenne, sin tregua, y la respuesta sistemática a la búsqueda de la solución más razonable han sido su manera de hacer.

Su ejemplaridad podría haber acabado aquí, y ya habría suficiente para reconocer una actitud excepcional. Pero Albert no era así. Ves a saber si la impregnación “bostoniana” lo hizo lanzarse a hacer pública su enfermedad y, sobretodo, a hacer servir su enfermedad para ayudar a  otros en su circunstancia. Esta idea de responsabilidad respecto a la comunidad, Albert la enseñó continuamente.

Un enfermo con cáncer tiene un problema, pero nunca deja de ser una persona. Todo lo contrario, sigue siendo una persona, que tiene un problema. Parece obvio, pero no lo es tanto. Todo el movimiento alrededor de los pacientes surgió en esta época y alrededor de la idea de respeto. Respeto a la intimidad del paciente, a su capacidad de tomar decisiones que lo afectan directamente, a la confidencialidad. Y de una manera rotunda y clara nos hacía ver la necesidad que los profesionales, las organizaciones y el propio sistema sanitario cambiásemos nuestra manera de trabajar para enfocarnos siempre al paciente, nuestra razón de ser. Lo había dicho muchas veces: la alianza entre los pacientes y los profesionales es la fuerza de cambio más importante del sistema sanitario. Y en nuestra casa, Albert Jovell personificó este cambio de paradigma.

Infatigable al largo del proceso, aceptanto las sucesivas complicaciones con coraje, sin resignación. No dejó de trabajar hasta el último momento. Nunca tenía un “no” cuando le pedías que participara en un acto, independientemente del eco o del auditorio que tuviera. Siempre sorprendentemente, como un prestidigitador que posee un sombrero de copa inexhaurible y de donde brotan los proyectos más insólitos. Ahora el “kit de la visita médica”, los cursos de Harvard (siempre Boston), la Universidad de los pacientes, las aulas, los libros, los artículos en la prensa, los cursos de lideraje para mujeres. Y tantas cosas más.

Además, el sociólogo que era no perdió nunca la brújula cuando diseccionó la profesión de médico cuando identificaba el nucleo real de los problemas. Sistemáticamente nos advirtió que la profesión de médico nos obliga a ser especialmente sensibles con los más desfavorecidos, con los más débiles. Que esto sólo se puede hacer desde la generosidad y la empatía. Y él seguía el ejemplo de su padre que ejerció la profesión, con entrega y sin demasiado reconocimiento, en tiempos difíciles y en ámbitos donde las necesidades superaban con creces los recursos para cubrirlas.

Y con los primeros truenos de la crisis ya advertió que los que no la habían generado, la crisis, no habían de pagar las consecuencias. Ya nos alertó que la crisis generaría más desigualdades y que era necesario mantener el estado de alerta. Albert nos ha advertido reiteradamente que el elemento clave es la capacidad de lideraje de la propia profesión, desde el compromiso con los pacientes, desde el conocimiento y desde la responsabilidad en el uso de los recursos.

Y Albert inmenso, inabastable, imbatible era humilde. Aceptaba la mano tendida cuando la necesitaba y, siempre, siempre, siempre hacía explícito su agradecimiento. Y ante historias como la de Albert no tenemos que olvidar el apoyo insobornable de su familia. Desde la discreción de los suyos, nadie tiene que olvidar que Albert no ha vivido la enfermedad solo, y que todo esto que hemos aprendido de él también se tiene que hacer extensible al ejemplo de coraje, serenidad y tendreza de los suyos.

Pero Albert no habría acabado así este texto. Siempre sabía poner un punto de rebeldía, sin cambiar la voz o el gesto, pero dejando constancia que ante la duda “más vale pedir excusas que pedir permiso”