Adolfo Ley

Adolfo Ley Valle

(1936-2021)

A la hora de recordar al doctor Adolfo Ley Valle son muchas las cosas que quisiéramos y podríamos decir, pero dejando de lado los aspectos biográficos del personaje, que le llevaron a la medicina y particularmente a la neurocirugía de la mano de su padre, el doctor Adolfo Ley Gracia, y lo hicieron alcanzar los más altos niveles de lo que hoy se llama “excelencia”, queremos mencionar aquí la vertiente humana vista desde la perspectiva de su tarea como jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital de Can Ruti y maestro de todos los que tuvimos el privilegio de tenerlo con nosotros.

Josep Maria Cladellas Ponsa, discípulo y amigo

A la hora de recordar al doctor Adolfo Ley Valle son muchas las cosas que quisiéramos y podríamos decir, pero dejando de lado los aspectos biográficos del personaje, que le llevaron a la medicina y particularmente a la neurocirugía de la mano de su padre, el doctor Adolfo Ley Gracia, y lo hicieron alcanzar los más altos niveles de lo que hoy se llama “excelencia”, queremos mencionar aquí la vertiente humana vista desde la perspectiva de su tarea como jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital de Can Ruti y maestro de todos los que tuvimos el privilegio de tenerlo con nosotros.

Creo que todos los miembros de aquel Servicio que lo tuvimos como jefe, hoy estaremos de acuerdo en que este hombre perteneció a una estirpe de jefes de servicio que actualmente, desgraciadamente, se encuentra en extinción, que es ese estilo que consiste a ser más sabio que gestor, que te da siempre apoyo porque te considera “suyo”, que “el suyo” se debe pulir y defender, maestro al que puedes pedir ayuda, que está a tu lado y te dirige en el aprendizaje de lo que tú eres débil e ignorante, que te hace saber con dureza qué es lo que no le gusta, pero que también sabe encontrar el momento de felicitarte cuando cree que has hecho algo bien hecho. ¡Qué difícil es encontrar un jefe que sepa felicitar! Él lo hacía, y lo hacía de una forma que era lo suficientemente elegante para que acabaras satisfecho pero sin haber logrado potenciar tu vanidad. ¡Qué difícil es esto! Y, en cambio, él lo hacía de forma innata, probablemente incluso sin ser consciente de ello.

Desde la emoción de su pérdida, todavía recuerdo el día que le contaba entre lágrimas cómo perdí a un paciente en el quirófano, y cómo él trataba de consolarme. Son cosas que nunca pueden olvidarse. Era un jefe de carácter fuerte cuando debía mostrar severidad, pero su severidad sólo duraba el momento de la tensión, y siempre terminaba con la misma frase, que no hacía distinción entre sexos: “Perdona, mi amor”. En el quirófano, y pese a la tensión de algunos momentos, siempre se encontraba algún punto divertido. Todos recordaremos siempre las particulares descripciones anatómicas que hacía de algunas estructuras neurológicas, emulando incluso algunos títulos de películas conocidas, como por ejemplo, llamar “gordo, feo y malo” a los tres últimos nervios craneales de la parte baja del campo operatorio en aquellas sesiones quirúrgicas de fundición posterior, o la membrana de “Liliput” para la membrana de Liliequist, etc, etc.

Nosotros somos de la generación que hemos vivido la transición de este tipo de jefe de servicio a la otra, y, desde el conocimiento de ambas formas de llevar un servicio sanitario público, queremos transmitir nuestro pésame a las generaciones de neurocirujanos más jóvenes porque creemos que, si nadie lo evita, no podrán disfrutar de recibir la maestría de profesionales tan dignos.

La descripción que se ha hecho del personaje como "hombre poliédrico" no sólo parece completamente acertada sino que incluso es paradigmática. Era un hombre de familia, de una gran familia, culto, apacible, educado y divertido, características que me consta que ha sabido transmitir a sus descendientes. Una vez me dijo: “Tú y yo siempre seremos amigos hasta que TU muerte nos separe”. Acertó una parte importante del pronóstico que hizo porque él se ha ido antes que yo, pero yo todavía siento que soy amigo suyo, por lo que seguiremos siendo amigos hasta que mi muerte nos reúna. Descanse en paz.

Por último, quiero dirigir un mensaje de apoyo a su familia, toda su numerosa familia, y especialmente a su amada esposa, Fátima. Todos sabemos que ella habría querido cuidar de Adolfo por los siglos de los siglos, fuera cual fuese su estado de salud. Gracias por el esfuerzo que ha hecho todos por mantenerlo entre nosotros ya que también sabemos que no lo ha hecho por espíritu de sacrificio sino por amor.