El Profesor Julio Vallejo nos dejó el pasado lunes 14 de enero después de una vida profesional eminente y de gran influencia en la psiquiatría española, en la que destacó de manera sobresaliente en la asistencia, la docencia y la investigación.
Trabajó en el Hospital Universitario Valle de Hebrón, en el Hospital Clínico de Barcelona como jefe clínico y en 1989 obtuvo el cargo de Jefe de Servicio de Psiquiatría en el Hospital Universitario de Bellvitge. Asimismo, fue Catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona además de presidente de diversas sociedades científicas entre las que destacan la Sociedad Española de Psiquiatría, la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental.
En el campo de la investigación, trabajó en particular en la depresión -defendiendo especialmente la utilidad clínica de considerar la depresión melancólica como una categoría diferenciada y específica de otras depresiones- así como en el trastorno obsesivo-compulsivo, en el cual era una autoridad reconocida. El interés por el trastorno obsesivo-compulsivo ya provenía de uno de sus maestros, el Dr. Santiago Montserrat-Esteve, al cual lo describía como una persona seria, cuya presencia imponía con la solidez de su pensamiento y su amplio conocimiento. De hecho, en las tres ediciones de su libro ‘Estados Obsesivos’ incluyó -creo que a modo de homenaje hacia el maestro- un capítulo firmado por Montserrat-Esteve.
El Profesor Vallejo gozaba de un gran prestigio y experiencia como clínico lo que le proporcionaba la perspectiva de la práctica clínica al examinar los modelos teóricos de los trastornos mentales. Entre sus muy numerosas obras, principalmente libros y artículos científicos, destaca la ‘Introducción a la Psicopatología y la Psiquiatría’, que ha sido libro de texto de muchas generaciones de estudiantes tanto de Medicina como de Psicología y del cual se han publicado ocho ediciones entre 1980 y 2015, lo que es prueba de su gran aceptación y utilidad. Era un escritor infatigable –siempre tenía un libro escribiéndose y sus colaboradores algún capítulo por entregar- y con una enorme facilidad para comunicar un mensaje: todos sus textos los escribía directamente a mano, con bolígrafo y papel, sin precisar apenas correcciones posteriores de sus escritos. Era un excelente comunicador, dominaba muy bien la oratoria y era habitual que la sala estuviera llena de oyentes en las conferencias que impartía. Explicaba con claridad los conceptos y era capaz de utilizar el humor de una manera elegante y viva a la vez. Fue una persona muy sociable, accesible y vitalista, quizá por ello una de sus principales pasiones era el tango. Impulsó la investigación, promovió una escuela de psiquiatría basada en el conocimiento científico combinado con la práctica clínica y ejerció una gran influencia en muchas generaciones de profesionales. A los que tuvimos la suerte de estar próximos a él su recuerdo y enseñanzas nos acompañarán en nuestra vida profesional.