Manuel Carreras

Manel Carreras Padrós

(1947-2019)

Manuel y yo estudiamos conjuntamente los Jesuitas de la Calle de Caspe y posteriormente la Licenciatura de Medicina. Los dos hicimos la especialidad de Obstetricia y Ginecología y nos integramos en la Clínica Universitaria del Hospital Clínico, pero Manuel, mucho más inquieto, se fue al Hospital de Sant Pau, cuando allí se puso en marcha el Servicio de Obstetricia y Ginecología. Con los años, pasó a hacer sólo medicina privada. Compaginaba nuestra especialidad con su segunda vocación, que era la historia de la medicina. En 1977 fue nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña. Manuel era un hombre de trato fácil, de conversación interesante y amena, pero sobre todo, amante de su profesión de médico y de la especialidad.

Josep M. Lailla, catedrático de Obstetricia y Ginecología Universidad de Barcelona

Cuando tienes que escribir la necrológica de un amigo, siempre te resulta difícil resumir en unas pocas palabras toda su trayectoria y, más aún, las vivencias vividas conjuntamente. Manuel y yo hicimos el bachillerato elemental, superior y curso preuniversitario al mismo colegio de los padres Jesuitas de la calle Casp y, posteriormente, la Licenciatura de Medicina en la Facultad de la calle Casanova. Los dos teníamos bastante claro que la especialidad que queríamos hacer después era la de bstetrícia y ginecología y por eso nos presentamos a las plazas de alumnos internos, a las que entonces podías optar siendo aún estudiante de medicina, pero siempre que tuvieras aprobada la asignatura correspondiente. Los dos nos integrar de esta manera a la 1ª Clínica Universitaria del Hospital Clínico, dirigida entonces por el profesor Emilio Gil Vernet, donde yo seguí los estudios de la especialidad, pero Manuel, mucho más inquieto, se fue en el Hospital de Sant Pau, cuando allí se puso en marcha el Servicio de Obstetricia y Ginecología, dirigido primero por el profesor Esteban Altirriba (también recientemente fallecido), donde hizo no sólo la especialidad, sino que siguió unos años más hasta que consideró que tenía la formación suficiente y pasó a hacer sólo medicina privada, de la que fue siempre un ferviente defensor, hasta el punto de ser el representante del colectivo de obstetras y ginecólogos de la medicina privada en el Colegio de Médicos de Barcelona.

Compaginaba sus estudios y aportaciones al mundo de nuestra especialidad con su, digamos, segunda vocación, que era la historia de la medicina, inclinación seguramente heredada de su padre, que fue catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Barcelona. Esencialmente, en este terreno, se dedicó a investigar sobre la historia del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo. Fue autor de numerosos trabajos que merecieron que, en 1977, cuando sólo tenía treinta años, fuera nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña. Esta tarea de investigación la continuó a lo largo de su vida, recogiendo una importante documentación que, en abril de 2017, consciente ya de las limitaciones producidas por la enfermedad que le ha acompañado hasta los últimos días, hizo entrega a través de su familia de todo este fondo documental a la Fundación Privada del mismo Hospital de la Santa Cruz y San Pablo, conjuntamente con diversos objetos e instrumental médico, básicamente relacionados con la obstetricia de gran valor histórico.

Manuel fue un hombre enormemente polifacético, podías encontrar fácilmente en el mercado del libro viejo del antiguo Mercado de San Antonio, donde no sólo compraba libros sino que participaba activamente en discusiones sobre autores y estilos literarios. Ha sido también un enamorado de la música, que asistía con frecuencia a conciertos o practicaba con el piano en su casa. Pero, sin duda, una de las actividades lúdicas que más le entusiasmaba era hacer deporte, principalmente atletismo. Una de las últimas veces que hablé con él, me refirió entusiasmado que había hecho dos maratones, lo que había satisfecho totalmente sus objetivos en este terreno.

Manuel era un hombre de trato fácil, de conversación interesante y amena pero, sobre todo, amante de su profesión de médico y de la especialidad, lo que hacía que sus pacientes hay confiaran totalmente y que fueran también sus amigas. Las conocía y recordaba toda la vida y, sobre todo, las trataba con gran estima y cercanía, lo que lo convertía en un médico no sólo de prestigio profesional, sino en el prototipo del humanismo, tanto científico, como cultural y humano, a la manera como el profesor Laín Entralgo definía el auténtico médico.

Manuel, descansa en paz, has tenido una vida plena y ahora seguro que tienes el premio merecido.