Ludvic Drobnic

Ludvic Drobnic Orazem

(1928-2018)

Nos ha dejado una personalidad de la medicina extraordinariamente destacada, el doctor Ludvic Drobnic. Sus orígenes, en un pequeño pueblo de Croacia, fueron muy modestos. Todavía adolescente, se vio obligado a huir de su casa por las turbulencias que siguieron la Segunda Guerra Mundial y tuvo que refugiarse en Italia. Todos estos trastornos ocurrieron juntos de penalidades y privaciones. Como refugiado escribió en varios países y finalmente pudo ser acogido en Barcelona donde, también con un extraordinario esfuerzo y sacrificio y a pesar de unas condiciones muy desfavorables, logró cursar los estudios de Medicina.

José Luis López Colomés Adolf Díez Pérez

Nos ha dejado una personalidad de la medicina extraordinariamente destacada, el doctor Ludvic Drobnic. Sus orígenes, en un pequeño pueblo de Croacia, fueron muy modestos. Todavía adolescente, se vio obligado a huir de su casa por las turbulencias que siguieron la Segunda Guerra Mundial y tuvo que refugiarse en Italia. Todos estos trastornos ocurrieron juntos de penalidades y privaciones. Como refugiado escribió en varios países y finalmente pudo ser acogido en Barcelona donde, también con un extraordinario esfuerzo y sacrificio y a pesar de unas condiciones muy desfavorables, logró cursar los estudios de Medicina.

En aquella Barcelona de finales de los años cincuenta arraigó en el Hospital del Mar, primero como médico de guardia y, posteriormente, al obtener la nacionalidad española, la plaza de médico del centro, donde pronto ganó la oposición de jefe de servicio. El Hospital del Mar, en aquella época, atendía una de las zonas más desfavorecidas de la ciudad y trataba a los enfermos infecciosos con todo tipo de enfermedades y patologías que difícilmente podemos imaginar en nuestros días. Meningitis purulentas (unas 800), tétanos, poliomielitis, difteria, cólera y otras infecciones graves constituían la casuística del servicio del doctor Drobnic. Esta actividad fue evolucionando y culminó con los años con la atención a enfermos con sida desde el comienzo de la epidemia y el desarrollo de la infectología moderna.

Muy destacable fue su incansable labor docente. Organizó los cursos anuales de antibioterapia, innovadores en España y todo un clásico para muchas generaciones de profesionales. También sus cursos de formación continuada fueron una ayuda imprescindible para todos los médicos que, fuera de los circuitos académicos, satisfacían así la necesidad de mantenerse actualizados. Anualmente estos cursos se editaban en forma de libro que, antes de la era de internet, constituían una fuente de mejora y puesta al día con impacto asistencial, científico y social en una época de escasez de recursos, pero que han persistido como un foro de excelencia.

Pero donde, indudablemente, el doctor Drobnic ganó proyección y fama en el mundo sanitario fue como pionero de la infectología. Elementos organizativos que, hoy, son pura rutina, como el establecimiento de políticas de antibióticos, protocolos de aislamiento o estrategias de utilización de antimicrobianos, fueron desarrolladas por él y extendidas a otros centros de Cataluña y en todo el Estado. Conocido y respetado de manera unánime, no por ello dejó de ser, en todo momento, un profesional preocupado únicamente por su trabajo al que el prestigio no afectó sus virtudes humanas.

Y ese es el otro aspecto que lo distinguió, su preocupación constante por el enfermo, la conciencia de ser médico de personas y no de enfermedades y la capacidad de entender y paliar las necesidades sociales de los pacientes, sin duda un valor fundamental en el entorno de gente pobre y humilde en que se desarrolló su tarea. Trabajador infatigable, dedicado integralmente a la medicina, dio ejemplo para muchas generaciones de médicos hayan aprendido como de integral y entregada debe ser la profesión.

Fue distinguido con multitud de premios y distinciones de la que podríamos destacar, por su representatividad, la de Homenot de la medicina. No hay duda de que el Hospital del Mar, la sanidad catalana y las generaciones de médicos que han tenido la fortuna de conocer y aprender quién era el doctor Drobnic y valor que personificaba, se han beneficiado de sus conocimientos, ejemplo y lección permanente de lo que un médico no debe dejar de ser.